SOLUCIONES

Yo siempre he dicho que si nos focalizamos en los problemas tendremos problemas, si buscamos culpables encontraremos culpables hasta debajo de las piedras, pero si por el contrario empleamos toda nuestra energía en poner soluciones solucionaremos aquello que nos propongamos.

El acoso escolar es una conducta social y por ese motivo mi forma de trabajar es tratar de implicar a varias personas. Desde los profesionales docentes y psicólogos, hasta los padres y alumnos del centro. Al fin y al cabo, centros de estudio y familias forman sistemas integrados dentro de un sistema más amplio: la sociedad.

Tampoco las soluciones pasan por ser una sola. En este apartado voy a dejar un pequeño listado de las que en mi opinión deberían ser ineludibles.

          1º.- Concienciación y sensibilización del problema. Esto no es un juego de niños, lo que sufren las víctimas puede llegar a ser un autentico infierno y tenemos que llegar a concienciar de la gravedad del asunto no solamente a los muchachos sino también a los profesores y al resto de adultos que los rodean.
Para ello cualquier medio de divulgación es bueno: campañas publicitarias, charlas en los centros de estudio, ect.
         2º.- Educación en valores. Tanto por parte de las familias como en los centros docentes. Al fin y al cabo no enviamos a nuestros hijos a que reciban cultura únicamente, sino a que aprendan mucho más, a que aprendan a relacionarse y a convivir con personas que no son de su familia. Por favor, no olvidemos que tanto en los centros educativos como en las familias se están formando los ciudadanos del mañana. ¿Qué tipo de sociedad queremos tener?

        3º.- Ayuda a las víctimas. Estos niños y niñas están viviendo un hecho traumático en un momento de sus vidas en el que aún son muy vulnerables. Si algo parecido puede causar estragos en personas adultas, no hay más que pensar en las bajas por depresión y ansiedad que ocasiona el mobbing, cuanto más en niños. Por este motivo yo recomiendo que llevemos al niño al psicólogo, para que pueda recibir ayuda de un profesional. Aprendiendo a reconocer y a manejarse de forma más adecuada con sus emociones, recibiendo entrenamiento en habilidades sociales, aumentando la confianza en sí mismo y la autoestima y ayudándolos a superar las experiencias traumáticas pasadas.

       4º.- Creando grupos de ayuda mutua. Donde varios de estos niños se puedan conocer y puedan trabajar juntos. Es muy importante para la persona que tiene un problema darse cuenta que no es el único al que le sucede. Los grupos de ayuda mutua han demostrado su valía y eficacia en muchos colectivos como alcohólicos anónimos.

      5º.- Ayuda a los agresores y a sus familias. Hay que pensar que normalmente nadie quiere ser el malo de la película. En muchas ocasiones éstas personas que agreden suelen encontrarse en hogares disfuncionales o con algún tipo de problemas. Esto no los justifica, pero si sólo los condenamos también los estaremos convirtiendo en víctimas y no dejaran de ser agresores. Ellos también pueden recibir ayuda.

     6º.- Formación al profesorado sobre cómo actuar ante un caso de bullying. Cuando enviamos a nuestros hijos al colegio lo hacemos con la confianza puesta en los adultos que se encuentran con ellos. Probablemente no lo haríamos si nos dijesen que van a estar solos, porque consideraríamos que son menores y que necesitan de la responsabilidad de un adulto cerca de ellos. Al igual que en el hogar son los padres los responsables de sus hijos, en el colegio es el equipo docente el responsable de los niños. Es importante que los profesores sepan manejarse al respecto para que no terminen mirando para otro lado por no saber que hacer. Porque su cercanía a los niños hace que sean ellos los que mejor los pueden ayudar.

   7º.- Talleres de padres. Porque los niños no vienen con un manual de instrucciones bajo el brazo. Aprender a comunicarse con ellos de forma más adecuada, así como a poner límites y normas claras, puede ayudarles a sociabilizar fuera de casa además de facilitar la convivencia en el hogar. El ambiente en casa no tiene porque ser igual al ambiente en el colegio, cuanto mejor se les prepare para la convivencia fuera más fácil les resultará. Hay que pensar que incluso los niños que no participan y que no son ni agresores ni víctimas, al convertirse en observadores pasivos también se están impregnando de esta experiencia.


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